martes, 4 de enero de 2011


Black Swan es imprescindible. Aplausos para Darren y Natalie.

Consolida a Aronofsky como un director visionario y un gran dramaturgo visual, Portman entrega una interpretación desconcertante y llena de contrastes. 

Darren Aronofsky se caracteriza por narrarnos historias con emociones encontradas y variadas, su característica principal ha sido el utilizar como contexto emocional, historias crudas y personales. Véase Requiem por un sueño (2001), una cinta cruel que envuelve al espectador en un torbellino de emociones viscerales, haciendo la espera del ansiando final feliz toda una utopía. Y está El luchador (2008), trágica historia sobre un retrato de un perdedor que busca su redención en lo único que sabe hacer. Darren ha sabido elegir bien sus proyectos, la mayoría de sus trabajos son viajes delirantes de la mente del creador, que poseen una visión deprimente sobre un mundo particular, y lo mejor, cada uno de sus personajes suele tener una compleja carga psicológica, inyectando un drama abrumador en cada historia. 

Black Swan es la joya de la corona del magnífico director, la historia desarrollada dentro del mundo del ballet, no sólo lo consolida como un gran director visionario, si no que, lo catapulta como un gran dramaturgo visual. Su discurso narrativo es elegante, cada movimiento de cámara nos va metiendo en la médula de la protagonista, de tal manera que el viaje que estamos presenciando se va tornando cada vez más confuso y complejo. 

Está de más hablar sobre la sinopsis de la cinta--que sería muy difícil de explicar y no quiero dar spoilers--preferible hablar de la reina de los cines, Natalie Portman, quien realiza una excelsa interpretación como una bailarina envuelta en un mundo de frustraciones y ambiciones. Portman es por demás un personaje retorcido con cara angelical, que se encuentra en el abismo de sus obsesiones y soledad, guiados por una personalidad confusa y esquizofrénica; que no sabe distinguir la obra de los cisnes con su realidad. La joven actriz da una interpretación repleta de contrastes sin necesidad de sobreactuar, un gesto y una mirada bastan para mostrarnos las variantes del cisne. La transformación es evidente, sus cambios son tan marcados y espeluznantes que crean un personaje redondo y digno de cualquier premio con el que se tope. 

Es impresionante toparse con cintas que se desarrollan en un ambiente tan difuso, que de la nada te tiran de un lado a otro. Black Swan es un viaje en picada, desesperante, visceral desarrollado en un mundo rosa y elegante, que resulta ser aún más duro y rudo que cualquier submundo que presuma de esto. 

El lago de los cisnes se completa con un grandioso tejido de actores, Mila Kunis sobresale por su papel de la parte lúdica de Portman, el cual sirve de escaparate para la protagonista, el director de la escuela es Vicent Cassel, que acompañado de Barbara Hershey, trastornan más el universo disperso de la protagonista, el primero como un degenerado que trata de quitar la inocencia a la protagonista, y Hershey como la madre sobreprotectora que intenta vivir por medio de su hija lo que no pudo lograr. 

El vehículo emocional de la cinta es la música –al igual que todas las películas de Darren—, está forma un papel importante que va marcando la evolución de la puesta en escena, llevándonos hasta el siniestro final. Cada pieza es una gamma de emociones, Clint Mansell logra su mejor trabajo, que si bien no es del todo original –contiene una variante de la obra original compuesta por Chaikovski—pero destaca por su creciente clímax musical. 

Cinta que recuerda mucho a películas como La pianista (2001) y El bebé de Rosemary (1968). Black Swan está manejada de forma majestuosa y meticulosa, un thriller psicológico plagado de desenfrenos mentales, que difiere al terminar en un final digno de cualquier obra dramática. Imprescindible.¡¡ Aplausos para Aronofsky y Portman!!

Diego S.

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