Una cinta propositiva, atrevida y fresca para su año.
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La escena de sexo entre María rojo y José Alonso sigue pareciendo fuerte en la actualidad. |
En el cine nacional sólo puedo mencionar tres directores que realmente para mi poseen un estilo definido, y con estilo me refiero a que con el sólo hecho de ver unos min de una cinta de ellos y ya sabes quién es realizador, ya sea por los actores, fetiches, trama o el simple hecho de los créditos y los colores. Arturo Ripstein es uno de los primero que crearon su mundo bizarro y de arrabal. Uno más reciente puede ser Carlos Reygadas, que sus cintas y su estilo siempre ha creado controversia por el empleo de pocos diálogos y la moda de utilizar los “no actores”, pero es de los pocos que tienen su “modo” de hacer cine y que ha servido de escuela para varios de los nuevos talentos.
Jaime Humberto Hermosillo se ha caracterizado por realizar cintas atrevidas que proponen, por lo tanto me atrevo a decir que es del selecto grupo de directores nacionales que tienen su estilo visual.

Como era de esperarse la cinta se presenta en una sola locación y sólo dos actores en escena, cosa que no es rara siendo un trabajo de Hermosillo. El guión es meramente teatral al presentar en su mayoría saturación de diálogos y por el manejo de la cámara, que es generalmente fija –máximo son tres movimientos de la cámara--.
No es una película para cualquier persona, dado su estructura, pero la cinta destaca en la filmografía del realizador por ser atrevida, propositiva y fresca, y claro por contener una de las escenas sexuales más divertidas y largas en el celuloide mexicano.
Diego S.
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