viernes, 18 de febrero de 2011


Zona de miedo la guerra desde otro ángulo

Película bélica que deja de lado el discurso didáctico que suele acompañar a los relatos de guerra políticamente correctos.

La película acompaña a un grupo de expertos artificieros destacados en Irak, y asume el objetivo de retratar la guerra como adicción, como una droga que se asienta en el imaginario de sus participantes y los convierte en mercenarios de su propio deseo de acción adrenalínica. Para conseguirlo, la dirección construye un sofisticado mecanismo ritual en el que, misión tras misión, los artificieros se entregan a la tensión de la inacción, a la espera del estallido final. 
No hay en el relato rastro de ideología, ni intereses petrolíferos, ni armas de destrucción masiva, sólo tres hombres enfrentados a la única fuerza motora posible para el ser humano en guerra: la supervivencia. Más allá, cuando la condición militar se hace tragedia, emerge la venganza.

A nivel dramático, la película recuerda intensamente a las películas bélicas de Samuel Fuller (The Big Red One,The Steel Helmet) mientras que la puesta en escena podría formularse como una suerte de Tony Scott vaciado de épica y de estallidos catárticos, o mejor aún, la trascripción bélica de lo conseguido por el gran Johnnie To en The Mission, una poética de la suspensión de la acción.
La película roza la crisis cuando se acerca a la psicología (los traumas de los personajes), pero los resuelve con un ingenio ejemplar, como en el caso del soldado que lleva consigo una caja con aquellos objetos “que podrían haberlo matado” (detonadores de bombas y un anillo de boda).

En resumen el film intenta transmitir el lado más humano de los soldados, un aspecto más cercano en el que se muestran sus sentimientos y emociones. No obstante, se trata de un largometraje estadounidense donde los protagonistas, los buenos de la película, son los norteamericanos; pero los iraquíes pasan a un segundo plano y se convierten en los verdugos.
Los secundarios de lujo Guy Pearce, Ralph Fiennes y David Morse, esporádicos pero aportando su granito de calidad.

Desconcertante es un adjetivo que le cuadra a esta polémica película bélica que deja de lado el discurso didáctico que suele acompañar a los relatos de guerra políticamente correctos. A su atípica directora (Kathryn Bigelow, con una larga trayectoria en filmes de acción), le interesa diferenciarse en este sentido y acercar materiales que puedan ser experimentados por los espectadores. Así, construye una historia sólida y fuerte que habla por sí misma.

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