domingo, 6 de febrero de 2011


Terror a la mexicana



El cine mexicano en general aún no tiene ni la mediana calidad de los trabajos extranjeros. Puede que sea por la atroz falta de ideas, el presupuesto, la falta de apoyo del gobierno o simplemente porque los directores no se quieren arriesgar a algo que se salga "del cuadro". Lo cierto es que el género cinematográfico más castigado siempre es el de terror. 

Tradicionalmente en México, durante la década de los cincuenta, el cine de género era una mezcla bizarra de clichés, provocada por el auge de la lucha libre y la popularidad mundial del cine de terror. La combinación de estas dos corrientes dio como resultado un cine barato y muy efectivo que tuvo sus buenos momentos. Hoy en día, películas como el Santo contra las mujeres vampiro (1962) se han denominado cintas de culto. 

Otro nombre para recordar en el ámbito del mexican horror es Carlos Enrique Taboada (1926-1996), director y guionista de una tetralogía que ha pasado a la historia como una de las mejores representantes del escaso cine de terror nacional. Películas como Hasta el viento tiene miedo (1967) alcanzaron gran popularidad en el público mexicano, sólo basta con preguntar a los padres sobre dicha cinta y de seguro confirmarán haber sentido escalofríos. La tetralogía se completa con Más negro que la noche (1974), El libro de piedra (1968) y Veneno para las hadas (1984), la menos conocida del grupo y galardonada con cuatro premios Ariel. 

Fue en 1992 cuando el tapatío ahora convertido en figura internacional, Guillermo del Toro, presentó su primer largometraje: una película de género titulada Cronos (1992), que reinventa el mito vampírico de una manera muy personal. La cinta es una de las favoritas del cine de terror, logrando posicionarse entre las mejores películas que abordan el tema de vampiros. En Europa goza de gran popularidad, por delante de películas como Drácula de Francis Ford Coppola. Años después, Del Toro volvió a sorprender con El Espinazo Del Diablo (2001), coproducción México/España, donde fusiona el género con temas históricos, dramáticos y fantasmas caseros. 

Con un estilo "menos mexicano" y muy influenciado por el J-horror o cine oriental, llegó a las salas mexicanas Km 31, título que recuperó la confianza en este tipo de películas y dejó en claro a las productoras que el terror sí vende. Posiblemente Km. 31 no es una gran película, pero dio muestras de que en México se puede llegar a hacer todo tipo de cintas con gran calidad visual. 

El nuevo ciclo de terror que se acerca es una etapa escasa de ideas y llena de remakes, ya que se producen copias de las cintas de terror más sobresalientes del cine mexicano. El futuro es claro: refritos con tintes orientales. ¿Qué nos depara esta etapa?, ¿acaso arruinar películas "intocables" como Hasta el viento tiene miedo? Leer sería una buena opción, ya que a Stephen King le dio muy buenos resultados, tomando una que otra cosa de las historias del grandioso Edgar Allan Poe. Y como dijo este gran escritor antes de morir: "Que dios se apiade de nuestras vidas".


Diego S.

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