martes, 26 de abril de 2011


Ichi The Killer, una propuesta visual brutal.

un mash-up de géneros que son extremos al límite, con Ichi, hace una mezcla de comedia negra con una sátira de la mafia, que como era de esperarse, salpica con un generoso gore

Las influencias de un director son parte fundamental para la creación de un estilo propio. Takashi Miike ha creado un estilo propio que lo ha hecho resaltar como uno de los directores más violentos y sádicos del cine actual. Su estilo visual es particular. La cinta que engloba todo su mundo es sin duda, Ichi the killer. 

Un conocido jefe de la Yakuza (la mafia japonesa) desaparece junto con un botín de 100 millones de yenes. Su mano derecha, el sanguinario y masoquista Kakihara, y el resto del clan, emprenden su búsqueda, ya que no creen que se haya fugado. Para encontrarlo utilizarán todos los métodos que consideren oportunos, ya sea torturando o matando. Así, Kakihara consigue averiguar que lo que pensaban que era una desaparición, es en realidad un asesinato, cometido por un hombre llamado Ichi, un esquizofrénico que cuando pierde el control puede hacer picadillo, literalmente, a cualquiera. Con esto, quiere resarcirse de los traumas de la infancia, aunque lo que consigue es lo contrario. Pero Ichi no está sólo en esta lucha, le acompañan unos repudiados del clan, destacando a Jijii, que es la cabeza del grupo y quien incita al caos que se organiza. 

Takashi Miike se ha caracterizado por hacer una mash-up de géneros que son extremos al límite, con Ichi, hace una mezcla de comedia negra con una sátira de la mafia, que como era de esperarse, salpica con un generoso gore, típico de Miike. 

El desarrollo de la película es llevado por el mero pretexto de una batalla entre dos grupos de la mafia nipona, si bien se toman los nombres del clásico clan de los Yakuza, toda la historia se centra en la búsqueda del asesino letal, Ichi y el asesino Kakihara. Cada uno de los asesinos se desarrolló con un trastorno común en las historias de homicidas –Ichi era víctima del bullying, mientras el otro es un amante de los golpes—lo que te da una perspectiva distinta de cada una de las historias, dando así una justificación clara de la violencia de ambos. 

Cada una de las escenas están cargadas de una violencia gráfica extrema y de un lado cómico, lo que ayuda a relajar al espectador y disfrutar de una historia que en momentos resulta patética, por sus diversos momentos de mofa --el “malo” de la historia viste de rosa y lentejuelas, el “bueno” es llorón y violento en extremo--. 

Ichi the killer, resulta ser una clara influencia para muchos de los realizadores que hoy presumen ser violentos – ¿Alguien dijo Tarantino y Eli Roth?--, cada una de las escenas han sido sacadas de la retorcida mente de uno de los directores nipones más atrevidos de la última década, y dónde los extremos son los que hacen que brille la historia. 

También resalta por su excelente dirección y edición, dándole un toque trasgresor y enriquecedor para la historia –cosa que admiro de los directores orientales--, Miike tiene un propuesta visual y narrativa brutal. 

A la película se le pueden adjudicar un sinfín de adjetivos puede ser: desagradable, grosera, absurda, soez, disparatada, caótica, enfermiza, corrosiva, demente, áspera, insana y psicotrópica. Y a la vez: desternillante, desvergonzada, fascinante, original, catártica, apasionante, burlona, atrevida, fresca y sumamente divertida. 

Takashi será recordado por cerrar una historia de inmensa violencia con un final bastante absurdo, que aún así, será la delicia de muchos. 


Diego S.

No hay comentarios:

Publicar un comentario