jueves, 18 de octubre de 2012


Después de Lucía, su gran logro: servirá como apoyo educativo para erradicar el bullying.

Cinta inflada por el buzz de los premios y completamente olvidable.


El cine mexicano tuvo un estancamiento en la pasada década, para inicio de los 2000 aparecieron ciertos directores que marcaron una nueva etapa en el cine nacional. Carlos Reygadas es el mayor exponente de los últimos años, guste o no, el mexicano ha creado una escuela que le ha dado reconocimiento en un sinfín de festivales. Siguiendo el estilo de Carlos, Michel Franco presenta Después de Lucía, cinta que salió triunfante en Cannes en el aparatado “Una cierta mirada”. 

Tras perder a su madre Lucía, la joven Alejandra (Tessa Ia) se muda junto con su padre Roberto (Hernan Mendoza), depresivo por la pérdida de su esposa, desde la costera Puerto Vallarta hasta la capital México D.F., intentando cambiar de vida en otro sitio lejano. En la capital ella es nueva en su colegio, donde pronto comienza a tener problemas. El padre tiene un nuevo trabajo. Pero empezar de nuevo siempre es complicado cuando se ha dejado tanto atrás. 

Después de Lucía deja muy clara la postura que tendrá durante todo el metraje, una visión real de un acontecimiento tan familiar y planos cerrados que colocan al espectador a manera de voyeur. 

El promocionar una película que ha recaudado premios en los festivales que se exhibe, siempre resulta una buena promoción, y aún más, cuando se trata de una película mexicana. La cinta de Michel Franco se ve altamente beneficiada por el premio obtenido en Cannes, además de sumarle la promoción por parte del gobierno de Calderón y la obvia nominación para representar a México en los Oscar. ¿Por qué comento esto? Todos estos factores crearon demasiadas expectativas –al menos a su servidor--; lo siguiente es más que obvio. Después de Lucía resultó ser una película cruda y muy cercana a muchos de nosotros –claro, todos nos hemos topado con un caso de bullying--, sin embargo, esa familiarización nos hace que todo sea tan predecible y sin ninguna sorpresa. 

Alguna vez me he dicho a mi mismo que ante la falta de ideas y los interminables remakes “si me vas a contar lo mismo, mínimo esfuérzate en hacerlo con otras palabras”. Michel Franco cuenta una historia que se ha contado en infinidad de programas del corazón del duopolio televisivo del país, no arriesga en las situaciones ni en su estilo, simplemente se limitó a manufacturar una película hecha para ganar premios, lo mejor, lo logró. 

Después de Lucía tiene el síndrome de “la película de terror sobre posesiones”, pretende evitar toda la obviedad con un final inesperado y que se siente demasiado forzado –y de risa--. 

Sólo me limitaré a destacar el atinado reparto, cada personaje que te topas en la escuela está bien resuelto, las chicas populares, el guapo, el gordito buena onda y el payaso, pero sin dudarlo la protagonista es quien rescata la película, Tessa Ia, tiene un interesante desarrollo de su personaje que se quiebra al momento del acoso escolar, al principio te plantean a una jovencita que no sé ve afectada por la reciente muerte de su madre, que además, maneja una insolente relación contra su padre, el cual se ve severamente afectado por la pérdida de su esposa; para luego, de un momento a otro ser completamente destrozado por un puñado de adolescentes. El problema no es la actriz, quien reitero, realiza una más que acertada interpretación, el problema es del incongruente guión. 

Después de Lucía no termina por ser moralista –cosa que se agradece-- ni en enjuiciar a sus protagonistas, esa labor la deja al espectador en su papel vouyerista, lo cual puede terminar en un debate al término de la película. 

Michel Franco ha logrado algo: Después de Lucía será la cinta que servirá para proyectarse y educar a los estudiantes sobre el problema del bullying; de otra forma no trascenderá.

Diego S.


No hay comentarios:

Publicar un comentario