domingo, 11 de marzo de 2012


50/50 combina de manera consistente dos géneros que no siempre enganchan magistralmente.


De manera general el que una cinta tenga como hilo conductor alguna clase de enfermedad, está se puede tambalear en ser un drama empalagoso y lacrimógeno, cayendo en los típicos clichés del género. El cáncer es un tema generalmente negado hasta en el vocabulario cotidiano, donde se sustituye por alguna indirecta favorable. Pero en 50/50 los protagonistas naturalizan la inesperada situación, sin desgastantes ocultamientos y logran una extraña combinación al borde de las lágrimas y la comedia. 50/50 combina de manera consistente dos géneros que no siempre enganchan magistralmente.

Adam es un joven de 27 años al que se le diagnostica un cáncer. Con la ayuda de su mejor amigo, su madre y una joven terapeuta de un centro de rehabilitación, Adam descubre cuáles son las cosas más importantes de la vida.

La pareja dispareja es el punto clave de que la película funcione, Adam y Kyle, una par de amigos desigual y complementaria, donde Gordon-Levitt transmite una mezcla de ternura, humor y miedo, que necesita en sus momentos de debilidad y derrumbe recostarse en la incansable vitalidad optimista del personaje que interpreta Seth Rogen –siempre en el mismo papel, pero muy acertado en la historia--. 

Al modo de las buenas comedias de los setenta el filme da mucho protagonismo a la música, con una excelente banda sonora que no carga las tintas en lo dramático sino en el vuelo poético. Pero probablemente es el elenco actoral donde la película alcanza su punto más fuerte, con Anjelica Huston como madre sobreprotectora y un padre autista, inconsciente de las situaciones que suceden aunque ambos a su manera demuestran su cariño hacia ese hijo en problemas. También lucen las interpretaciones en torno de la novia villana y a la joven terapeuta inexperta quien colaborará decisivamente para sostener al protagonista de los sacudones internos derivados de su situación. 

Sin duda que una enfermedad grave genera cambios profundos no sólo en el afectado sino en su entorno, lo que también permite una lectura metafórica acerca de un viaje interno y transformador que lleva a valorar los vínculos que aún en su imperfección resisten con afecto cuando la muerte y la enfermedad acechan, porque esta historia sobre la amistad, el amor, la supervivencia y el humor en lugares inesperados es fundamentalmente un viaje de transformación para descubrir y valorar los afectos genuinos que ayudan a atravesar el infierno y salir fortalecido. Imprescindible.

Diego S.

PD El perro Skeletor rifa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario