martes, 27 de marzo de 2012


Los Juegos Del Hambre: Fórmula adolescente que no los toma por estúpidos.

Una saga para cualquier público.

Se terminó Harry Potter…y como Hollywood necesita una mina de oro para saturar sus bolsillos de dinero, de manera urgente se pusieron a trabajar sobre qué novela adaptar; en un mundo carente de ideas originales, lo obvio era que buscaran un bestseller para llenar el inminente hueco que dejará Crepúsculo. Lo Juegos Del Hambre de Suzanne Collins me han dejado con ganas de más. 

Lo que en el pasado fueron los Estados Unidos, ahora es una nación llamada Panem: un fastuoso Capitolio ejerce un control riguroso sobre los doce distritos que lo rodean y que están aislados entre sí. Cada distrito se ve obligado a enviar anualmente un chico y una chica entre los doce y los dieciocho años para que participen en los Hunger Games, que son transmitidos en directo por la televisión. Se trata de una lucha a muerte, en la que sólo puede haber un superviviente. Katniss Everdeen, una joven de dieciséis años, decide sustituir a su hermana en los juegos; pero para ella, que ya ha visto la muerte de cerca, la lucha por la supervivencia es su segunda naturaleza. 

La premisa es un tanto incómoda por la violencia que se puede leer en la sinopsis, y más cuando es una película pensada para el público adolescente, sin embargo, todo mundo pensaría que la obra perdería su esencia al ser trasladada a la pantalla –y más por su target a quien va dirigido--, pero con seguridad les digo, nada de eso sucede. Quizás la violencia presentada en Los Juegos Del Hambre no es tan explícita como se describe en los libros, pero es bastante decente para cualquier ansioso por ver sangre. 

El encanto de The Hunger Games radica en ser una saga para pubertos que no los toma por imbéciles; sabemos que en la actualidad los jóvenes no buscan historias noñas, es más, saben pensar y ¿Porqué no darles entretenimiento y crítica social? Los Juegos Del Hambre ofrece una fórmula necesaria para su público meta, entiéndase por romance y triángulos amoros, pero a la vez nos muestra una dura crítica a una sociedad permisiva e hipócrita, donde la intimidad personal es violada, la justicia está corrupta y la libertad de expresión inteligentemente acallada. El libro es el espejo de un mundo donde los fuertes viven y los débiles sobreviven: un inteligente y crudo reflejo de nuestra propia sociedad. ¿Suena a saga Crepúsculo? Para nada. 

Gran parte del encanto de la cinta, sin dudarlo, es su protagonista, Jennifer Lawrence, sencillamente perfecta; la joven actriz interpreta a una niña dura y fría que ha sabido adaptarse a un mundo cruel que no distingue entre el sexo, además de valiente para enfrentar a una vida sin una figura masculina y sacar adelante a su familia –feminismo implícito, y un mensaje para las quinceañeras--. Lawrence, prepárate para el estrellato. 

El resto del reparto es grandioso, Woody Harrelson como el alcohólico maestro, el simpático Josh Hutcherson cae bien como un interés amoroso –próximo modelo para las jovencitas—y Lenny Kravitz simplemente correcto. 

El punto más débil de la película: los efectos especiales. Las llamas lucen falsas y en momentos la sociedad futurista del capitolio se ve de risa –los colores en los vestuarios evocan la escases de presupuesto--, pero pasan desapercibidos, ya que olvidando esos detalles le sacaron provecho y se ve hasta cierto punto “cara”. 

Buena dirección, buen elenco y buena historia, hacen que Los Juegos Del Hambre sea un hit para cualquier público. Con estás sagas sí da gusto oír hablar de ellas por todos lados –pedrada para Crepúsculo--.

Diego S.


viernes, 23 de marzo de 2012


Shame: El enorme talento de Michael Fassbender.

Cruda y sin verguenza...devastadora 

El sexo ha sido siempre sinónimo de morbo para una película, sin embargo dejando atrás lo que implica tener escenas explícitas dentro de una cinta hollywoodense, el coito o la reproducción ha servido como un vehículo catártico y de exploración humana, vamos quién no recuerda El Último Tango En París y la revolución sexual interna de Los Soñadores. En el mismo plano de estas cintas de Bertolucci encaja el reciente trabajo de un gran narrador visual, Steve McQueen, quién con Shame se consagra como un prometedor talento. Shame tiene de vergüenza lo que Lin May tiene de Bonita, es descarada y muy cruda… 

Brandon (Michael Fassbender) es un treintañero neoyorquino con serios problemas para controlar y disfrutar de su vida sexual. Se pasa el día viendo páginas pornográficas y manteniendo contactos con solteras de Manhattan... 

Soy gran admirador del trabajo de Michael Fassbender, Shame es su consagración como un actor prometedor y arriesgado, con el papel de Brandon transmite la represión que existe en cada uno de los pobladores de las grandes urbes y la incapacidad de la sociedad para mostrar afecto y de relacionarse –entre más grande es la ciudad, menos comunicación hay--, además de la vulnerabilidad del ser humano al ser consumido por una adicción, en este caso el sexo. El personaje de Fassbender es la muestra de una persona destruida por el sexo como adicción, como adicto él necesita sexo a todas horas, sea cual sea su origen –porno y en especial sexo con desconocidas--. Con la llegada de su hermana –Carey Mulligan--, el personaje de Michael trata de encontrar la forma de salir de su adicción al sexo e incluso, intenta encontrar de mantener una relación formal; llevándolo a un fracaso que le suma en una ola de autodestrucción de la que le será complicado escapar. La interpretación de este personaje derrotado por parte de Fassbender es de una exigencia física y emocional desgarradora, llevando en sus carnes todo el horror de este personaje que viaja por completo hacia el infierno. 

Carey Mulligan entrega otra gran actuación que sirve para demostrar la inquietante incomunicación entre familiares y las dificultades de decir un “te quiero” en la actualidad. 

Posiblemente la parte final de la película es la más visceral y radical de la película, dónde en forma de un acertado flashback empezamos a descubrir a un hombre ansioso y perdido, que busca con una soberbia necesidad el borrarse completamente del mapa. 

Al igual que ocurría con su primera cinta, McQueen narra a base de planos largos, eternos y también los primerísimos planos, todo lo que sirva para alimentar una sensación de cercanía y realidad, todo en Shame está milimétricamente estudiado --la pasionalidad que se erradica en la escena de la cena que sirve para situarnos en la diferencia de épocas y de valores “anticuados”--, la belleza que destila Carey Mulligan al cantar una versión de New York, New York en un primerísimo plano que magnetiza al espectador, aún así, lo mejor de todo es la interesante bajada de un personaje hasta lo más hondo del infierno, un viaje que le lleva hasta sentir pavor de su propio ser.

Shame no es una película apta para todo el público, lejos de hacer del erotismo el gancho de la historia –muchos morbosos en la sala con bostezos y risas innecesarias--, se convierte en algo terrible y horroroso, las escenas de sexo son horribles y atroces. Shame, es ‘El’ filme para mostrar el “enorme” talento de Fassbender –léase en doble sentido, en cualquiera de los dos, el alemán destaca --. Imprescindible.

Diego S.


domingo, 11 de marzo de 2012


50/50 combina de manera consistente dos géneros que no siempre enganchan magistralmente.


De manera general el que una cinta tenga como hilo conductor alguna clase de enfermedad, está se puede tambalear en ser un drama empalagoso y lacrimógeno, cayendo en los típicos clichés del género. El cáncer es un tema generalmente negado hasta en el vocabulario cotidiano, donde se sustituye por alguna indirecta favorable. Pero en 50/50 los protagonistas naturalizan la inesperada situación, sin desgastantes ocultamientos y logran una extraña combinación al borde de las lágrimas y la comedia. 50/50 combina de manera consistente dos géneros que no siempre enganchan magistralmente.

Adam es un joven de 27 años al que se le diagnostica un cáncer. Con la ayuda de su mejor amigo, su madre y una joven terapeuta de un centro de rehabilitación, Adam descubre cuáles son las cosas más importantes de la vida.

La pareja dispareja es el punto clave de que la película funcione, Adam y Kyle, una par de amigos desigual y complementaria, donde Gordon-Levitt transmite una mezcla de ternura, humor y miedo, que necesita en sus momentos de debilidad y derrumbe recostarse en la incansable vitalidad optimista del personaje que interpreta Seth Rogen –siempre en el mismo papel, pero muy acertado en la historia--. 

Al modo de las buenas comedias de los setenta el filme da mucho protagonismo a la música, con una excelente banda sonora que no carga las tintas en lo dramático sino en el vuelo poético. Pero probablemente es el elenco actoral donde la película alcanza su punto más fuerte, con Anjelica Huston como madre sobreprotectora y un padre autista, inconsciente de las situaciones que suceden aunque ambos a su manera demuestran su cariño hacia ese hijo en problemas. También lucen las interpretaciones en torno de la novia villana y a la joven terapeuta inexperta quien colaborará decisivamente para sostener al protagonista de los sacudones internos derivados de su situación. 

Sin duda que una enfermedad grave genera cambios profundos no sólo en el afectado sino en su entorno, lo que también permite una lectura metafórica acerca de un viaje interno y transformador que lleva a valorar los vínculos que aún en su imperfección resisten con afecto cuando la muerte y la enfermedad acechan, porque esta historia sobre la amistad, el amor, la supervivencia y el humor en lugares inesperados es fundamentalmente un viaje de transformación para descubrir y valorar los afectos genuinos que ayudan a atravesar el infierno y salir fortalecido. Imprescindible.

Diego S.

PD El perro Skeletor rifa.